Fever to Tell-Yeah Yeah Yeahs

Portada de Fever to Tell - Yeah Yeah Yeahs

Fever to Tell es el primer disco de estudio de una de las bandas de indie rock neoyorquinas por excelencia, los Yeah Yeah Yeahs. Fue lanzado al público el 23 de abril del ya lejano 2003. Tan solo dos años después del fatídico ataque terrorista al World Trade Center, que asoló por completo Nueva York, una ciudad de sueños y vitalidad en la que todo era posible. Este evento fue un punto de inflexión también para la escena y ambiente musical de la ciudad. Los noventa no fueron una década muy reseñable para la música neoyorquina, pues el Grunge estaba en su máximo apogeo y la movida se centraba en Washington. Todo cambió con la entrada del nuevo milenio. La ciudad necesitaba fuerza, necesitaba esperanza e impulso tras la tragedia del 11 de Septiembre. Los Strokes. Interpol. LCD soundsystem. Y los Yeah Yeah Yeahs. Era el garage rock revival. La crudeza, energía y el espíritu joven desafiante inundaban las calles y los clubs nocturnos de Nueva York. Fever to tell es uno de los pilares de este renacimiento. Su primera mitad plasma la desgarradora fuerza característica de las primeras actuaciones en directo de la banda mientras que las últimas canciones, más experimentales e indies, evocan al progreso y a los nuevos sonidos presentes en más música del decenio de los 2000. En este álbum podemos identificar dos bloques bastante delimitados. El primero englobaría desde el comienzo hasta la octava pista. Y el segundo cubriría desde la número ocho hasta la canción de cierre del trabajo. Yeah Yeah Yeahs Rich inaugura el primer bloque. Ese sonido metálico del riff presente en la intro, conseguido con una guitarra procesada, se convertirá en sumamente característico de la banda. Tras eso, Karen O nos hace testigos por primera vez en el álbum de su arrasadora interpretación vocal, cargada de fuerza y un tono muy sexy y juguetón. En las siguientes cuatro canciones empezamos a familiarizarnos con esa guitarra totalmente garage por parte de Nick Zimmer y con los riffs y sonidos repetitivos que serán una constante en esta parte del álbum. Nos transportan a noches de fiesta en el East Village, a conciertos en el Mercury Lounge y nos hace sentir ese espíritu joven y transgresor del renacimiento del rock en Nueva York. Se podría decir que son los temas más potentes del álbum y los que mejor representan la idea del disco. Hay un ligero cambio de rumbo en las tres que suceden. Pin comienza con un riff algo ligero y despreocupado, incluso alegre, pero luego vuelve a la crudeza y a la repetición de sonidos que abundan en los temas precedentes. Las dos siguientes se podría decir que pisan un terreno algo diferente, dejando atrás esa vitalidad tan potente y ese toque travieso. En Cold Light notamos un ritmo más pesado y algo más oscuro, pero dejando lugar para un aire divertido. La última canción de esta primera parte del disco flojea un poco a mi juicio. Se adentra algo más en terreno experimental, con una intro y puente instrumental electrónicos. La outro parecía sacada de una abducción alienígena, tema muy interesante, pero que en mi opinión no hacía nada bueno por No No No. Es fácil y lógico pensar que por muy buenas que fueran las canciones de las que he hablado antes, otras cuatro más podrían caer en repeticiones y que sería más de lo mismo. Pues tengo algo de información favorable. Esto no ocurre. Hay un notable giro de los acontecimientos en la apertura del segundo bloque del trabajo. Maps. La canción número uno de la banda hasta la fecha. La intro nos crea una expectación que pronto será resuelta con un punteo emocionante y cálido. Podemos distinguir en algunas partes de la pieza la guitarra procesada con sonido metálico que define tanto a los temas más emblemáticos de los Yeah Yeah Yeahs. Esta canción no evoca rabia ni rebeldía, es mucho más calmada e indie. Suscita a la nostalgia pero sin caer en ser triste ni melancólica. La siguiente pista sigue la línea de Maps. Mezcla elementos muy potentes presentes anteriormente en el disco con otros más relajados, acogedores y menos desgarradores. Hay algo de repetición de más, pero no echa a perder la canción para nada. He de decir que a pesar de haber presenciado el cambio sucedido en las dos canciones anteriores respecto al resto del álbum, no me esperaba algo tan emocional y tan sensible como este tema. Una intro sencilla pero impactante en la que destaca el bajo y un sintetizador. Unos instantes después oímos a la solista, esta vez con una voz mucho más apesadumbrada y apagada. Un coro conmovedor cae sobre nosotros como si de suave nieve se tratase y nos hace recordar cosas que a veces deben de ser recordadas. Por último, el trabajo llega a su final con Poor Song, una pista tranquila y con un aire muy americano. Me recordó a los comienzos de Lana del Rey. No es una de las canciones más sobresalientes del disco pero si resulta efectiva como una despedida agradable. Fever to tell es un proyecto que destaca por su energía y vigor, que presenciamos durante prácticamente todo el álbum. Respecto a la cohesión, es satisfactoria. A pesar de haber un par de temas algo incompletos, siguen con la línea del resto y no perjudican significativamente a la calidad del LP. Mis aspectos predilectos fueron: la arrolladora voz principal de la frontman de la banda, Karen O, que mis disculpas, pero el Fever to tell no sería ni la mitad de lo que es sin ella. Y esa guitarra con fuzz que vincula a todas las canciones entre sí y define al sonido de la banda en esos años. En conclusión, es un álbum icónico. Una de las bases del indie rock y el sonido del indie sleaze por antonomasia. Podremos distinguir componentes de este trabajo en los posteriores proyectos de los neoyorquinos. 8,45/10